domingo, 22 de marzo de 2009

Reflexiones de un adiós



Se fue, nomás, Pepé Santoro. Inteligente decisión desde su propia perspectiva: prefirió irse ovacionado por la gente, antes que incinerado por la canallada que tenía como plantel.

En estas cuarenta y ocho horas se escribió mucho sobre el tema y mientras hierve el agua para los ravioles del domingo poco podemos agregar. Resumiendo: se reclama hace tiempo la depuración de un plantel con poca calidad, mala leche y con jugadores como Depietris o Puertas que no deberían recibir un sueldo. Se exige también que terminen de una vez la cancha: ahora "aparecieron" 4 millones de dólares, que no se sabe si vienen de hipotecar al Pepe Moreno para una investigación sobre el legado del Australopithecus afarensis, del Cártel de Sinaloa o de un pacto de Compinocho con Mefistófeles.

Por otro lado, como suele suceder últimamente, en la danza de técnicos se habla de Alex Ferguson, José Mourinho o Guss Hiddink, pero no tememos asegurar que terminará arreglando el Negro Marchetta, el Nano Areán, Ricardo Rezza o algún otro DT barato y pseudosacapuntos. El tan mentado Consejo de Fútbol hace agua por todos lados. Poco podemos esperar de un tipo como Luis Islas, que en los 90 tenía sexo oral con Arzeno y que en los 2000 se hizo un indigno injerto de pelo.

"Ustedes no me quieren", le espetó Pepé a sus dirigidos antes de irse. No importa. El verdadero hincha recordará siempre a Santoro, querido miembro de la Gerusía roja, mientras que pronto olvidará a un plantel que exigía un gran esfuerzo a la vista para reconocer entre ellos algo similar a un jugador de fútbol.

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