Irreversible

Nunca será recordado por brindar seguridad bajo los palos. Pero la historia de Ariel Rocha no es sólo la de un mediocre arquero: es la de alguien que por una sola jugada vio cambiar para siempre su destino de futbolista.
El domingo 26 de agosto de 2001 juegan Independiente-Racing en la Doble Visera la edición del clásico por el Apertura de ese año. Partido friccionado, cerrado, chato. Se abre recién a diez minutos del final con el gol de Forlán. Racing sale entonces a matar o morir y empiezan a llover centros en el área de Ariel Rocha, quien hasta ese momento se muestra seguro.
Pero llega el instante fatal. En el minuto 90 Vitalli tira el último centro; Rocha sale confiado, quizás creyendo que descuelga esa pelota y se acababa el partido, por eso temerariamente llega hasta el borde del área grande. Pero falla groseramente el cálculo, la cabeza de Loeschbor le anticipa el puñetazo y es el empate, un punto para cada uno. “Pido perdón a la gente”, dijo después del partido.
La pesadilla de Rocha, hincha y jugador de Independiente, no terminaba: Racing salió campeón ese mismo torneo, luego de más de tres décadas, aventajando a River por un solo punto. Atroz resultado de su error.
Caído en desgracia, Ariel jugó el último partido oficial de su carrera el 20 de febrero de 2002 en la derrota 3-2 frente a Newell´s. A partir de ahí, el ostracismo: borrado por los sucesivos técnicos, durante casi dos años pasó del banco a la Reserva y de allí a entrenarse en soledad, pese a seguir perteneciendo a Independiente. Nadie quería sacarlo del olvido.
En febrero de 2004 recobró notoriedad cuando acusó de corruptos a los dirigentes de Independiente, pero nadie salió a respaldarlo. Luego quedó libre y pasó a Arsenal, donde no jugó oficialmente, y finalmente a comienzos de 2005 decidió retirarse, con poco más de treinta años, una corta edad para un arquero.
No sabemos donde está actualmente, pero probablemente no debe pasar un solo día sin lamentarse de aquella salida en falso.
El destino es usualmente inexorable.