Insulto a la historia

Hace un par de meses, en sobremesa con un cordobés fanático de Talleres, conversábamos sobre aquella final del 78 con el 2-2 heroico con 8 hombres. En un momento, mi compañero de tertulia, testigo de aquel partido, confesó: "la verdad que nos confiamos. Nos olvidamos que enfrente estaba Independiente".

Eso es exactamente lo que se ha perdido. La mística. El respeto y temor a un enorme como el Club Atlético Independiente. El Rey de Copas, el de tantas hazañas, el de heroicos partidos en las condiciones más adversas, el de los tipos que la pedían y la pedían en los peores escenarios y también el de los que la patada más baja la pegaban en las encías si era necesario. El de los que no vimos jugar pero amamos por la historia, como Hacha Brava Navarro, el Chivo Pavoni, Pipo Ferreiro, Pepé Santoro, el Pato; y el de los que sí disfrutamos como el Bocha, Burru, Gustavito López, Pedro Damián Monzón, el Morrón Rotchen...

¿Ahora qué tenemos? Un presidente que se toma vacaciones en medio de un torneo, que promete la cancha para agosto y ahora, con suerte, estará a fin de año. Jugadores que les preocupa más el VIP de Sunset que jugar al fulbo. Que declaran "Somos el plantel más fachero del fútbol argentino" o "Quiero ser el Batistuta de Torino". ¡Vayansé a cagar, ladrones! ¡Hijos de puta! ¡No se quejen después si la gente los putea!

Son momentos de refundar la mística. De volver a generar temor en los rivales. De ganar los clásicos con fútbol y huevos. De ir al frente en todos lados. La indignación de ayer no fue episódica, ni casual. Es la historia que sale como magma primigenio a llevarse todo por delante. Traigan la guillotina; que las cabezas empiecen a rodar.