Qué bueno es dar buenas noticias
Si mi abuelo, socio honorario del Rojo, se levantara de su tumba haría dos cosas. Primero, pegarse una ducha y tomarse un café. Y luego, al leer el editorial de Planeta rojo de abril y ver que ahora no estamos orgullosos de nuestras justas deportivas sino del jardín de infantes, volvería a su tumba.
Eso sí, fresquito después de una ducha y un café.
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